miércoles, 3 de septiembre de 2008

Una pequeña historia



Maria sentada en el pequeño puerto de pescadores de aquel remoto lugar recordaba lo que hacía años, siendo una adolescente de dieciséis años, le había cambiado la vida...

Como cada verano acompañada de su hermano Luis y sus padres ocupaban una pequeña casa frente al puerto pesquero. Los días pasaban entre juegos y baños en la pequeña cala con su hermano. Disfrutaban cogiendo sus gafas y aletas, explorando las pequeñas cuevas cuando la marea estaba alta y recogían conchas y caracolas, que luego devolvían al mar, era lo único que se podía hacer, no había chicos de su edad para divertirse.
Aquella tarde calurosa cuando regresaban a casa se cruzaron con un chico moreno y mayor que ellos al que no conocían, quien les preguntó como se bajaba a la pequeña cala pues tenía intención de bucear al anochecer, les pareció una locura pero le indicaron por dónde bajar al mar y no volvieron a pensar en él.
Había pasado una semana desde el encuentro con ese chico, su hermano tenía algo de fiebre y ella sola se disponía a bajar a la cala cuando sin saber de dónde y cómo se le acerca y le dice: “Hola me llamo Manuel, he venido con mi madre a pasar las vacaciones y como veo que hoy no te acompaña tu novio, puedes bucear conmigo si no te importa “.
Ella no sabia que decir, bajaron juntos los empinados escalones hasta la playa y una vez allí le responde: “ Me llamo Maria y no tengo novio, Luis es mi hermano pequeño y hoy está enfermo “
Se la queda mirando con una hermosa sonrisa y cogiendo su mano dice: “ Encantado de conocerte, pasaremos un verano estupendo “. Sin saber que hacer o decir se aleja de él desconcertada, siente como su corazón se acelera, él es muy guapo y ella nunca tuvo novio...
Se quita aprisa la ropa, quedando enfundada en un minúsculo bikini azul, coge sus aletas, sus gafas..., su corazón late cada vez más fuerte y se dirige al agua sin volver la vista atrás, quiere alejarse de él y no sabe la razón.
El agua esta fría, pero aún así se zambulle, se coloca las gafas y las aletas y comienza a alejarse de la orilla, ya está mas tranquila, el agua siempre la relaja, sigue nadando hasta un pequeño saliente, respira tranquila y se sumerge sin mirar a la playa, donde Manuel sin dejar de observarla , ya en bañador, deja su ropa en un montón, coge su equipo y despacio entra en el agua.
Ella sale a superficie para coger aire y le ve nadando en su dirección, vuelve a sumergirse y no quiere pensar. Siente que está cerca, lo nota, bordea una pequeña gruta y se vuelve, si, allí está alargando su brazo para alcanzarla y su bonita sonrisa dibujada en su rostro. Juntos suben a superficie y le dice - “Siento que te hayas enfadado, sólo quería ser amable contigo, este pueblo es muy aburrido... y sabes, eres una preciosa sirenita... “ - “ No estoy enfadada, me has puesto nerviosa, eres muy guapo ¿lo sabias?, tendrás un montón de chicas...” le dice ella. Manuel coge su mano y dice:“ Vamos a bucear juntos, no pienses en nada y déjate llevar... “
Juntos de la mano se vuelven a sumergir, y despacio se dirigen a la pequeña gruta, siente el calor de su mano rodeando la suya y le gusta, su cuerpo se adapta al ritmo de su aleteo... un pequeño pulpo sale de su escondite cruzando por delante de sus gafas, sonríe, ya está tranquila. Salen para tomar aire, se intercambian miradas de complicidad y siguen explorando la gruta y sus alrededores, subiendo y bajando una y otra vez.
Una vez en el exterior nadan hacia la playa y se dejan caer en la fina arena, exhaustos y a la vez contentos. Ella está alegre y hablan..., se cuentan sus vidas..., Manuel estudia medicina, no tiene novia y le gusta mucho el mar, su padre era pescador, murió en un naufragio cerca de la zona y ahora regresaba con su madre por primera vez en muchos años.
Los días transcurrían despacio, eran amigos y se habían hecho inseparables. Una tarde él le propone bucear al anochecer y ella acepta. Después de la cena la recoge en su casa y bajan a la cala, la luna se refleja en el agua, la marea está alta, apenas se divisan las rocas con el suave mecer de las olas.
Entran en el agua guiados por una pequeña linterna y se sumergen cogidos de la mano, la luz de la luna deja ver el fondo algo difuso, el silencio impresiona, sólo dos siluetas moviéndose despacio... Ella siente como le roza con su cuerpo y le gusta el contacto, desea que no se separa y le aprieta fuerte la mano, él nota su presión y tira de ella hasta dejarla muy cerca, pegada a él..., ella nota como su cuerpo la envuelve... y él despacio empieza acariciar su cuerpo.

Una lagrima resbala por su mejilla recordando a Manuel, su primer amor, su primer buceo nocturno, su primer hombre...
El desapareció de su vida cuatro años después de aquella primera vez. Un trágico accidente se lo llevó para siempre y año tras año ella regresa al lugar donde se conocieron y sigue buceando en la pequeña cala, que tantos y tantos recuerdos guarda y que conoce mejor que nadie...




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