sábado, 27 de marzo de 2010

Domingo de ramos


Esta tarde en el parque me contaba una amiga que su hija estaba muy disgustada.
Susana como se llama la niña tenía toda la ilusión por estrenar un vestido para el domingo de ramos y no podré ser pues la orquesta dónde ella toca la flauta tiene que actuar durante la misa y tendrá que llevar puesto el uniforme del grupo.
Lleva toda la semana enfadada por ello y no hay forma de consolarla me dice su madre. Le decímos que después de la misa puede cambiarse de ropa y asi estrenar el vestido, pero dice que sus amigas del cole no la verán guapa con su vestido nuevo y que cuando empiece de nuevo el cole se reirán de ella. Su padre intenta hacerle entender que es más importante su trabajo en la orquesta que un vestido pero sigue disgustada.

Cuando venía hacia casa mi memoria voló a esos domingos de ramos cuando eramos niños allá por los años 60 y recordé unas fotos de ese día junto a la iglesia del pueblo junto a mi hermana y mi primo con nuestras palmas. Lo que mi memoria no llega a recordar era si también en ese día llevaba ropa nueva, pues con cuatro hijos y un sueldo de minero mis padres no se podían permitir ese lujo, aunque si recuerdo perfectamente que yo por ser la mayor siempre tenía ropa nueva que luego pasaba a mis hermanas y mi hermano también gozaba de ese privilegio por ser chico, aunque a veces heredaba algún que otro pantalón de su primo.

Mañana domingo de ramos, para después de la misa llevarle el ramo a la madrina para que el próximo domingo nos dé el bollu.
Agora ye a mí, a quien traen el ramu bendeciu el domingo, pa luego dái el bollu al afiau.

Pasen los años pero siguen les tradiciones, aunque en muchos sitios se ha perdido la esencia del mismo. Sólo dan importancia al consumo de la palma más guapa, más grande ó al bollu más vistosu y más caru fechu en la confiteria, cuando enantes preparaben esos bizcochos rellenos, remojáos y bañáos de chocolate, adornaos con plumes y figurines que nos volvíen llocos.



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