Blanca no podía dormir. Recostada en el sofá y cubierta por la vieja manta mira pasar las horas en el reloj de la estanteria.
Sabe que no hay marcha atrás, la decisión está tomada, la maleta preparada en la otra habitación y el billete de avión en su bolso.
Sabe que no regresará y tiene miedo.
Toda su vida dedicada al cuidado de un marido impuesto por sus padres , que nunca la quiso y ahora con su muerte se encuentra perdida.
Sabe que sólo tiene que cerrar esa puerta y no volver la vista atrás. Recuperar su vida de nuevo, en otra ciudad, lejos de todo, lejos de esas cuatro paredes dónde sólo encontró dolor y tristeza.
Ese miedo está ahí, paralizándola, ¿porqué?, él ya no está y además nunca la quiso. Ese mismo miedo que durante años la impidió enfrentarse a él y recuperar su libertad.
La alarma del despertador la hace volver al presente. Se levanta en dirección a la ducha y contempla su imagen en el espejo, que le dice: "Aún tienes un cuerpo bonito, sólo tienes cincuenta años y aún puedes encontrar esa felicidad que tanto deseas".
Con paso firme coje la maleta y cierra esa puerta.
Respira hondo y avanza con paso decidido hacia la calle dónde la brisa fresca de la mañana azota su cara y la hace estremecer, está viva de nuevo.
El miedo se quedó dentro de la que fué su jaula durante casi treinta dolorosos años y ahora Blanca vuelve a ser libre, vuelve a cojer las riendas de su vida y ya no tiene miedo.
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