El Linden -originalmente un camino de herradura que unia el Stadstchloss (residencia del rey) con el Tiergarten- se convirtió en la calle más elegante de Berlin en el siglo XVIII, cuando la ciudad era la capital del imperio prusiano.
lunes, 31 de octubre de 2011
Unter den Linden
El Linden -originalmente un camino de herradura que unia el Stadstchloss (residencia del rey) con el Tiergarten- se convirtió en la calle más elegante de Berlin en el siglo XVIII, cuando la ciudad era la capital del imperio prusiano.
domingo, 30 de octubre de 2011
Marmiellu
viernes, 28 de octubre de 2011
Alboriar
domingo, 23 de octubre de 2011
Un poco de locura
Nuestra vida está llena de momentos: Leémos, hablamos, escuchamos, reímos, llorámos, saltámos, jugámos, descubrimos, sentímos, soñamos, amamos....
Muchos de ellos los planeámos, los pensámos y los tenémos totalmente controlados, pero realmente ¿se puede vivir únicamente siguiendo todo lo que nos dice nuestra mente?, ¿no creéis que hace falta algo de locura en ciertos momentos de nuestra vida?
De insultos...
¿Qué sientes cuando ese insulto va dirigido a tí?
Ya has perdido la cuenta, ya no quieres acordarte ó ya no te importa, pues esa persona se ha caído él solito de ese pedestal dónde lo tenías puesto.
Insultos que no van a cambiar en nada tu vida y sí en cambio dejan al descubierto la verdadera personalidad que quien te insulta.
sábado, 22 de octubre de 2011
Elogio de la mujer brava
Esta tarde revisando mi correo me llamó la atención un fragmento de este elogio de la mujer brava que me enviaba mi buena amiga Rosa y luego con más tiempo indagué sobre ello y el resultado es este escrito publicado hace tiempo en Semana.com y que aquí os dejo:
Por Héctor Abad
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viragos, marimachos. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan, y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan, y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio, y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa, y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran jartas por la noche, y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros, y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar, y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Somos animalitos todavía, los varones machistas, y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes, y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza: nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.
domingo, 16 de octubre de 2011
Pensar...
Llevo días inmersa de nuevo en mis estudios, en mi trabajo, en el cuidado de mis padres y sin apenas tiempo libre para escribir.
Ha comenzado un nuevo curso con un idioma más a estudiar y la verdad me siento a gusto asistiendo a las clases con gente más joven que yo, pues ellos me motivan, me hacen reir con sus ocurrencias ó me sorprenden con alguna pregunta seria.
Me hace bien el salir de la clase de alemán y entrar a la de francés obligándome a cambiar el chip de la hora anterior. Me lo comentaba tambien una compañera y es cierto, estás más atenta, más despierta, aunque lleves levantada desde las 4 de la madrugada y toda la mañana trabajando.
Este doble trabajo para mi cerebro le viene bien. Como dice mi neurologo: "hazle trabajar, oblígale cada día un poquito más y no le dejes vagear". No ha vuelto a darme problemas y las pruebas han salido todas dentro de la normalidad y como dice mi compañero, amigo y confidente eso hay que celebrarlo: "cada dia que pasa sin que te dé problemas es una batalla ganada y debémos estar contentos por ello".
Antes pensaba a menudo en todo lo pasado, pero ahora ya no me quita el sueño. Sólo pienso en el debil corazón de mi madre, si aguantará un nuevo dolor, de cuanto tiempo más podré disfrutar de su compañía y si se vá como llevará mi padre su ausencia. Pienso cada día en ello y no quiero hacerlo, pero es la dura realidad...